Este texto es un artículo de opinión publicado en el periódico “El País” por Rafael Argullol, filósofo y escritor que colabora de forma habitual con la prensa. En este caso realiza una crítica al concepto de fascismo como lo entendemos en la actualidad. Esa idea está desfasada, pero en absoluto extinta, ya que ahora existe una nueva forma de fascismo.
Este fascismo de la posesión inmediata fue introducido de forma encubierta de forma que ahora todos lo tomamos como algo natural e inherente a la sociedad. De esta manera se entiende la vida como un botín de guerra del que hay que obtener el máximo beneficio, en cuanto se nos antoja esa “necesidad”. Porque aunque en el texto se culpa a los individuos por querer cada vez más y más, han sido los capitalistas y liberales quienes nos imponen nuevos bieneso servicios que califican de “necesidades” para incentivar el consumismo y, con él, sus propios beneficios.
De hecho, el “bárbaro”, como lo menciona en el texto no es el que provoca este fascismo, sino que es la víctima. Se supone que al contar con más facilidades tecnológicas, entre otras cosas, se debería trabajar menos y, sin embargo, ocurre al revés. Las empresas crean productos prescindibles pero hacen creer a la sociedad que son fundamentales, para seguir explotándoles y que de esta manera puedan obtener lo que tanto ansían. En cuanto a la rapidez, también ha sido impuesta por las mismas empresas, mediante formas de pago que nos permitan satisfacer más rápidamente esas falsas necesidades.
El sistema se perpetúa, por los mismos individuos que son alienados a partir de una falsa concepción de necesidad, por lo que no es de extrañar que la siguiente generación (el adolescente del que se habla en el texto) esté cortado siguiendo el mismo patrón que los anteriores. Claro que esos caprichos son más exagerados, porque si antes el sistema aún se estaba asentando, ahora ya está afianzado definitivamente.
Los adolescentes son la mayor víctima de este modelo, de manera que no cuestionan el sistema, entienden que la felicidad se encuentra en la propiedad y no se plantean otra alternativa que no sea esta posesión inmediata.
¿Cómo salir de esta situación que, así planteada, parece irremediable? El autor defiende que mediante una reforma educativa, y aunque suene muy bien, para mí no es más que un horizonte utópico. Dado que al sistema no le conviene que los individuos se den cuenta de la realidad en la que viven, no establecerá un modelo que facilite la emancipación y que, consecuentemente, significaría el fin de esta ideología. Seguimos entonces en la misma posición, ya que el cambio debe venir de los que se pueden hacer oír, los que son capaces de cambiar las cosas en mayor medida que los individuos que son conscientes de esta realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario